Con estas líneas comienza Resurrección, la última novela que escribió este gran buscador de la Verdad, publicada en 1899:
“Por mucho que cientos de miles de personas, reunidas en un corto
espacio de terreno al que se han apegado, se esfuercen en llenar el
suelo de piedras para que no crezca nada en él; por mucho que limpien
ese terreno hasta de la última brizna de hierba; por mucho que impregnen
el aire con el humo del carbón y el petróleo, por mucho que corten los
árboles y obliguen a marcharse a todos los animales y aves, la
primavera, hasta en la ciudad, siempre es primavera”.
Fabuloso.
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